Academia

Reunión organizada de personas que se ocupan en literatura, ciencia o arte, etc. En el siglo XVI, el renacimiento de los estudios gre­colatinos hizo surgir, principalmente en Italia, numerosas agrupaciones de hombres de letras y eruditos designadas con el nombre de acade­mias en recuerdo de los jardines de Academo, cerca de Atenas, en los que se reunían los discipulos de Platón. Estas agrupaciones se distin­guían unas de otras por denominaciones con frecuencia singulares, como la academia de; Ge­lati, la dei Eccitati, la dei Immobili, etc. La mayoría de estas sociedades concedió a la mú­sica un lugar principal, lo mismo en sus doctas reuniones intimas que en sus sesiones oficiales compartidas con conciertos a los que eran in­vitados auditorios de selección. En Venecia, en 1558, la Academia della Fama se ilustraba con el concurso de Zarlino y de Andrea Ga­brielli. En la academia que presidia en Floren­cia el Conde Bardi fueron realizados, bajo el pretexto ilusorio de una renovación de la tra­gedia antigua, los primeros ensayos del estilo representativo, del que iba a nacer la ópera. A partir de 1600, la Academia dei Intrepidi, de Ferrara, organizó representaciones con música. Durante todo el siglo XVII y el XVIII el mundo literario y musical de Italia demostró una vio­lenta pasión en favor de las academias. No había apenas ciudad, por pequeña que fuese, que no poseyera la suya. En Bolonia tan sólo, existían unas treinta, cuatro de las cuales eran exclusivamente musicales: la más célebre y la más duradera fue la de los Filarmonici, funda­da en 1675, y cuyos estatutos fueron renovados en 1854. Esta academia exigía de sus miembros para ser admitidos en ella una prueba de com­posición escrita, a la cual se sometió Mozart, en ocasión de su viaje a Italia en 1770. La Congregación y Academia de Santa Cecilia, de Roma, erigida en cofradía por el papa Grego­rio XIII, en 1583, y dedicada exclusivamente a la música sacra, ha sido casi la única que ha sobrevivido, de la multitud de academias musi­cales italianas. En el siglo XIX se formaron con un sentido diferente y más adecuado al tipo de las sociedades literarias o científicas, algunas nuevas academias. La Academia del Instituto Real de Música de Florencia, integrada en su mayoría por profesores de dicho establecimiento, del cual ella depende, inició en 1863 la pu­blicación de una serie de Atti o memorias, en folletos anuales. En Francia, el poeta Jean An­toine de Baíf y el músico Thibaut de Courville funda ron en París, en 1570, la primera Acade­mia de la Poesía y de la Música; en ella los autores de la Pléyade se ejercitaban en la Com­posición de versos medidos a la antigua, que Claudin el Joven musicaba con especial asidui­dad y que ejecutaban en casa de Bair los más hábiles músicos del Mundo. A pesar de la pro­tección que le dispensó Carlos IX, esta acade­mia declinó y desapareció rápidamente. Fue reorganizada bajo el reinado de Enrique m gracias al celo del magistrado letrado Guy de Faur de Pibrac, y tomó el título de Academia du Palais (del Palacio), por el lugar en que se celebraban sus sesiones. Sus conciertos se com­pletaban ya con ballets, y cuando se preparaba en ella la representación de una obra en versos medidos cantados a la manera de los griegos, la muerte de Pibrac, en 1584, y las perturba­ciones que marcaron el fin del reinado de En­rique III vinieron a detener el curso de sus actividades. Transcurrió más de un siglo antes de que llegasen a orgarnizarse y multiplicarse  en Francia, bajo el título de Academia de música, sociedades de conciertos, generalmente compuestas por miembros honorarios (socios) y otros miembros activos o asociados (ejecu­tantes). De esta manera se forrnaron las Aca­demias de Ruán (1662), Orleans (1670), Lyon (1713), Marsella (1716), Pau (I718), Carpcntras (171 ~), Tours (1724), Nantes (1727), Dijon (1728), Clermont-Ferrand, Nancy, Estrasburgo (1731), Lille (1733) y Moulins (1736), que subsistieron, casi todas, hasta poco antes de la Revolución, adaptando sus estatutos a un modelo único y su repertorio al de los teatros y los conciertos de Paris. Las academias literarias o científicas, que se reformaron durante el siglo XIX, aban­donaron el campo de las ejecuciones musicales prácticas, acogiendo no obstante en sus sesio­nes y en sus colecciones impresas los trabajos musicológicos, bastante escasos, de sus miembros. La Academia de las Bellas Artes, creada en 1803 como cuarta clase del instituto de Francia, reserva a los compositores de música seis de sus cuarenta sillones, y otorga cada año, mediante un concurso, el gran premio de com­posición musical, llamado Premio (k Roma, cuyo beneficiario debe permanecer durante tres años como pensionista en la Academia de Francia en Roma, instalada en los palacios de Ia Villa Médicis. Muchas célebres sociedades de música han ostentado en diversos países el tí­lulo de academia. En Londres, la Academy of Ancient Music, que funcionó desde 1710 hasta 1792 y fue durante mucho tiempo dirigida por Pepusch, adquirió un gran renombre por Ia excelencia de sus ejecuciones. En Berlín, la Singakademie, fundada por Fasch hacia me­diados del siglo XVllJ, para el estudio de la música vocal, organizada detinitivamente en 1791 y que aún subsiste, ha servido fiel modelo a las mejores sociedades corales alemanas. En Estocolrno, durante el siglo XVIII, una academía de música celebró conciertos importantes.

 
2. Algunos establecimientos docentes se deno­mina ron asimismo academia. La más notable es la Royal Academy of Music, de Londres, irnportante conservatorio fundado en 1822 y subvencionado por el Estado británico. Puede citarse en el mismo orden la Academia de las Artes de Berlin (Akadernie der Künste).

3. El Teatro de la Ópera, de París, fue llamado Aca­dérnie Royale de Musique et de Danse, en las cartas constitutivas de su fundación, firmadas , a por Luis XIV, en 1672, y conservó o recobró en diversas épocas este  titulo, modificado según los cambios de régimen. A imitación suya  fue adoptado en Londres este mismo nombre, de 1720 a 1728 por el teatro de ópera italiana      situado en Haymarket (Royal Academy of Mu- , sic).

4. En tiempo de Beethoven se llamaba en Viena academia a un gran concierto. La sesión celebrada el 7 de mayo de 1824, en que se interpretó en primera audición la Novena Sinfonía. fue anunciada como una «gran aca­demia».

5. En España, la Academia de Bellas Artes de San Fernando, que en un principio se denominó de Nobles Artes, aunque proyectada su fundación por Velazquez, no se reglamentó hasta el reinado de Felipe V, el 17 de julio de 1744. En 8 de mayo de 1873, en que recibió el nombre de Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, fue ampliada con Ia Sección de Música, que antes no había figurado entre sus ramas de Pintura, Arquitectura y Escultu­ra. // de baile. Escuela de danza. (Y. CONSERVA­TORIO Y SOCIEDAD MUSICAL.)

 

 

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Fuentes: Diccionario de la música . Michel Brenet 1981

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