Beethoven


Ludwig van Beethoven (1770-1827)
Se dice que la noche del 16 de diciembre de 1770 una tremenda tempestad se desencadenaba de las Siete Montañas y descargaba su furia sobre la ciudad de Bonn, (Alemania), a las orillas del Rhin; el viento helado azotaba las puertas y ventanas de las casas, en tanto que la lluvia caía pertinaz y torrencialmente.


En una pequeña bohardilla nacía un niño al que su padre, llamado Johann Beethoven, llevaría a bautizar al día siguiente a la iglesia de San Remigio, imponiéndole el nombre de Ludwig, mismo que tenía su abuelo.

Su madre era Magdalena Keverich. Este niño desde pequeño mostró notables disposiciones para la música, por lo cual su padre, tenor de la corte y muy dado a la bebida, obsesionado por el ejemplo de Mozart, quiso hacer de él un prodigio, obligándolo a estudiar desconsideradamente, encerrándolo durante muchas horas y maltratándolo severamente cuando no cumplía con las tareas agobiadoras que le señalaba.


En 1778 lo presentó en Colonia en un concierto de piano, y en 1781 lo llevó a una gira a Holanda, que fue un fracaso. Beethoven recibió lecciones, además de su padre, de Pfeiffer, van der Eeden, Rovantino, los PP. Koch y Zeese; Neefe le hizo estudiar el "Clavecín bien temperado" de J. S. Bach, que en esa época (1781) sólo existía en copias manuscritas, las sonatas de Carlos Felipe Emmanuel Bach, y las de Muzio Clementi.

En el invierno de 1786 visitó Viena, conoció a Wolfgang Amadeus Mozart de quien recibió algunas lecciones, y el cual dijo así a alguno de sus amigos: "Escuchen a este joven; no lo pierdan de vista que alguna vez hará ruido en el mundo". La enfermedad de su madre lo obligó a volver a Bonn, donde ella murió en 1787.

Así escribía al Dr. Schade el 15 de septiembre de ese año: "Era tan buena conmigo, tan digna de ser amada, mi mejor amiga". Obligado a hacerse cargo de sus hermanos se vio en la necesidad de pedir el retiro de su padre y a que se le entregara la pensión correspondiente para que no fuese disipada. Las penas y sufrimientos que pasó fueron considerables, sin embargo, encontró un generoso consuelo en la familia Breuning, sintiendo un afecto especial por "Lorchen", (la gentil Eleonora, a quien dio clases de música, recibiendo en cambio conocimientos de literatura), que se casaría más tarde con el Dr. Wegeler, y con los cuales mantuvo durante toda su vida una estrecha amistad. Asimismo halló un decidido protector en el conde Waldstein, hombre de gran cultura y pianista distinguido, que había ido a residir a Bonn por razones políticas; este personaje después de haber oído a Beethoven, lo proclamó como el heredero legítimo de Mozart y Haydn, y lo ayudó eficazmente para que pudiera radicarse en Viena, recomendándolo ampliamente para que pudiese abrirse camino.


Madre de Beethoven

Abuelo de Beethoven
En 1792 dejó Bonn, ciudad que nunca olvidaría, el lugar de "nuestro padre el Rhin; mi patria, la hermosa región en donde yo vi la luz primera, siempre tan bella, tan clara delante de mis ojos, como cuando yo la dejé"; (Carta a Wegeler, 29 de junio de 1801), "con sus chopos envueltos por la bruma, su maleza, sus sauces, sus árboles frutales"... y sus "Siete Montañas azuladas que dibujan sobre el cielo sus perfiles atormentados, coronados por las esbeltas y bizarras siluetas de los viejos castillos en ruinas". (Romain, Rolland, Beethoven).

Llegó a Viena en el mes de noviembre, con gran número de obras, (la primera escrita a los diez años), que publicó más tarde, después de haberlas revisado, o que refundió en otras que compuso en esa ciudad. Las recomendaciones que traía le abrieron los salones aristocráticos. Recibió clases de Haydn, Schenck, Salieri (composición vocal), Schuppanzigh (violín), Alberchtsberger y Aloys Föster (escritura de cuartetos y quintetos). Su primer concierto como pianista lo dio el 30 de marzo de 1795; pero no fue sino hasta el 2 de abril de 1800, cuando se presentó ante el gran público presentando su Gran Concierto para pianoforte, su Septuor y su Primera Sinfonía+.


Alcanzó un éxito considerable. Sin embargo, ya Beethoven había experimentado los síntomas de su penosa enfermedad, la sordera, desde 1796. A todos los sufrimientos que había sentido, añadía la tortura física y psicológica de ir perdiendo el sentido más necesario para su profesión.

El mismo año escribió en su Diario Intimo: "¡Valor! A pesar de todas las flaquezas del cuerpo, mi genio triunfará... ¡Veinticinco años! Los tengo ya, y es necesario que en este año el hombre se revele todo entero".

Ya en esta época los rasgos de su carácter están bien definidos: existe en su alma una bondad sin límites; amor a la verdad y a la humanidad; conciencia de su valor; una tenacidad de férrea que no desmaya ante ningún obstáculo. Por otra parte su sensibilidad se manifiesta en exaltados impulsos de fuerza, de alegría, de tristeza y de profunda melancolía, que arrancan del corazón y que hacen vibrar, con la potencia de su sinceridad, las cuerdas de sus semejantes.

"Beethoven", ha escrito Aldoux Huxley, "enseñó a la música a palpitar con su pasión intelectual y espiritual". Y pudiera afirmarse que ya las obras escritas en aquellos días contienen el germen de la nueva aurora de la música: aparece el romanticismo más puro, y no el que "ha seguido palpitando desde entonces con la pasión de los hombres inferiores".

Entre 1796 y 1800 compone mas de 90 obras, entre las que están la 1a sinfonía (además de la llamada "cero" o "Jena" de dudosa autenticidad), 3 conciertos para piano, seis cuartetos, el Septuor, variaciones, Sonatas (incluyendo la Pathetique), etc. Beethoven decía: "Vivo en medio de la música; en cuanto termino algo, comienzo otra cosa. En la forma que ahora escribo, hago o menudo tres o cuatro cosas a la vez". El genio afloraba con fuerza, aunque "ya el dolor había llegado a su puerta; se había apoderado de el para nunca mas dejarlo".



Se señala el año de 1801, como el de la iniciación de lo que se ha llamado el segundo periodo de la obra de Beethoven. Etapa de su vida en que alternaba días felices, con los sufrimientos mas despiadados; las esperanzas mas sonrientes con los desengaños mas desalentadores; el optimismo y el pesimismo, todo ello dentro de la taladrante realidad de una sordera progresiva e incurable. De 1801 data su pasión por Giulietta Guicciardi, a quien inmortalizo con la dedicatoria de su Sonata "Quasi una fantasia", que será más tarde sobrellamada "Claro de Luna". Pero de este ultimo año, (6 de octubre) fue su "Testamento de Heiligenstadt", en el que declara: "La experiencia de estas cosas me puso pronto al borde de la desesperación y poco faltó para que yo mismo hubiese puesto fin a mi vida. Sólo el arte me ha detenido. ¡Ah! Me parecía imposible abandonar este mundo antes de haber realizado todo lo que me siento obligado a realizar. ¡Oh Dios, Tú miras desde lo alto en el fondo de mi corazón, y lo conoces, sabes que en él moran el amor a los demás y el deseo de hacerles el bien! Vosotros, hombres, si leéis un día esto, pensad que habéis sido injustos conmigo... hizo cuanto estaba a su alcance para ser admitido en el rango de los artistas y de los hombres de elección".
"Al día siguiente de la violenta crisis de Heiligenstadt", escribe Edouard Herriot, "la 2a Sinfonía", ejecutada por primera vez el 5 de abril de 1803, "no traduce ninguna debilidad... las proporciones mismas de la obra, atestiguan el vigor de ese genio indomable que rehúsa sacrificar a las exigencias de la moda la abundancia y la originalidad de sus ideas".

Este llamado segundo periodo, al que se le señala como límite el año de 1814, comprende la producción de cerca de 150 obras: incluye hasta la octava Sinfonía; en las sonatas para piano hasta la opus. 90; en los cuartetos hasta el XI opus 95; el concierto para violín, el 5o concierto para piano, la ópera "Fidelio", lieder, romanzas, tríos, etc.



La 3a sinfonía estaba dedicada a Napoleón Bonaparte. Una anécdota, relatada por Fernando Ries, discípulo de Beethoven, dice así: "La sinfonía estaba sobre la mesa. La primera página contenía dos nombres: arriba, 'Bonaparte'; debajo, 'Beethoven'. Ni una palabra más. Ignoro si la laguna debía llenarse. Fui el primero que anunció al maestro la nueva de que Bonaparte se había proclamado emperador (18 de mayo de 1804). Enfurecido Beethoven, exclamó: "¡No es más que un hombre vulgar! ¡Sólo satisfará su ambición y como tantos otros hollará los derechos del hombre para ser un tirano!" Se dirigió hacia la mesa, arrancó la primera página del manuscrito y la arrojó al suelo. Después escribió un nuevo título: Sinfonía Eroica".

En 1821, cuando murió Napoleón, Beethoven dijo: "Hace diecisiete años que compuse su oración fúnebre". Esta 3a sinfonía fue tocada por primera vez el 7 de abril de 1805. En ese mismo año estrenó su ópera Fidelio.


En 1806 compuso la 4a sinfonía, que algunos críticos han creído que fue inspirada en el amor de Teresa de Bruswick, aun cuando otros musicógrafos han investigado minuciosamente el supuesto amor de Beethoven, y lo han rechazado categóricamente calificándolo como un infundio, basado en un relato de dudosa autenticidad publicado en 1890 y narrado por Mariam Tengert, que se decía confidente de Teresa. De 1806 son los tres Cuartetos opus 59, el Concierto para Violín y la sonata "Appasionata". (Para un estudio de las sonatas de Beethoven, ver artículo por Manuel Alejandro)

En 1807 compone la 5a Sinfonía, cuya primera ejecución tuvo lugar el 22 de diciembre de 1808, y que es, seguramente la más tocada en la actualidad. Aunque no es absolutamente seguro, dícese que Beethoven expreso del primer tema de esta obra: "Así llama el destino a nuestra puerta". Berlioz escribió de ella: "es la primera en la cual Beethoven ha dado libre curso a su vasta imaginación... es su pensamiento íntimo lo que va a desarrollar, sus dolores secretos, cóleras reconcentradas, melancólicos ensueños, nocturnas visiones, ímpetus de entusiasmo..."

En la misma fecha que la quinta, fue estrenada la sexta, llamada "Pastoral". Beethoven se encargó de poner los siguientes subtítulos a cada tiempo:

Despertar de apacibles sentimientos al llegar al campo.
Escena junto al arroyo
Alegre reunión de campesinos
Tempestad
Canto de pastores. Alegres y agradecidos sentimientos después de la tempestad (Aunque él mismo aclara: "Expresión de sentimientos, mejor que pintura")
Esta sinfonía da testimonio del amor que sentía hacia la naturaleza; escribió en uno de sus cuadernos íntimos en 1815: "Dios Todopoderoso, soy feliz en la selva donde cada árbol habla por ti".

La 7a Sinfonía fue iniciada hacia fines de 1811 o principios de 1812: cuatro años que la separan de la 6a, pero en este intermedio compone obras tan importantes como el 5o concierto para piano "El Emperador", los cuartetos X y XI, la obertura "Egmont", las sonatas op. 78 y 81, etc. Esta 7a sinfonía fue calificada "como un milagro del genio", y Wagner la llamo "la apoteosis de la danza".

La 8a sinfonía es una de las obras más juguetonas y alegres de Beethoven, pero revela una técnica magistral: desde el primero hasta el último compás corre por esta obra una gracia flexible, gallarda y ondulante que cobra agilidad en el último tiempo; mientras que en el "Allegretto scherzando" recuerda la invención del metrónomo, debida a Mälzel.

En el lapso que hemos comentado la fama de Beethoven creció hasta su máximo. Cuando se efectuó el Congreso de Viena era el hombre más popular. Escribía a su amigo Amenda: "En tus cartas no necesitas poner más dirección que mi nombre" (Esto sin contar con que se cambiaba constantemente de casa). Era asistente habitual a los paseos del "Prater" y sus caminatas por lo que actualmente se llama "Sendero Beethoven" eran conocidas por todos. En 1815 fue honrado por Viena con la "ciudadanía honoraria".

De 1811 data su último ensueño amoroso: cortejó a la bella cantante Amelia Sebald, que se casó más tarde con un consejero de Estado. En la vida amorosa de Beethoven se señalan, además de las anteriormente citadas: una "bonita y alegre rubia" por la que en su juventud sintió un amor "Wertheriano", Teresa Malfatti, con la que pensó contraer matrimonio, como lo comprueba una carta fechada el 2 de mayo de 1810 en la que solicita al Dr. Wegeler, documentos personales para ese fin, y el pedimento hecho a través de su amigo Gleichenstein al padre de Teresa y que recibió como contestación la siguiente observación de un tío de la propia interesada: "Beethoven es un hombre muy torpe de entendimiento, aunque puede ser el más grande de los genios". Bettina Brentano a quien el maestro conoció en 1810, y la cual llegó hasta el grado de hacer públicas dos cartas sin fecha de las que hasta ahora no se han encontrado los originales (no obstante que ella aseguraba que se encontraban entre su valiosa correspondencia como reliquias sagradas). A los 43 años renunció a su anhelo hogareño, no sin apurar antes la copa de la amargura, de la decepción y aún de la burla, aunque conservándose siempre en un plano de dignidad e idealismo.


Konzerthalle en Augarten, Viena

Datos acerca de su aspecto físico lo señalan así: "Era bajo, moreno, con el rostro achatado y picado de viruelas, la boca delicada, con el labio inferior saliente y hoyuelo profundo en el mentón; sonreía bondadosamente y había en su conversación, a menudo, un tono amable y alentador. En cambio su risa era desagradable, violenta y gesticulante, rápida" (Moscheles). Cuando se le sorprendía sentado al piano, "Los músculos de su rostro se le saltaban, sus venas se hinchaban, los ojos salvajes se hacían dos veces más terribles "(Klöber). "Sus ojos parecían que cambiaban de color: en ocasiones se veían grises, azules o verdes".

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¡Alegría! El más bello fulgor divino...
Todos los hombres serán hermanos...
¡Un abrazo confunda al mundo entero!
¡Hermanos, sobre la bóveda estrellada
debe morar un Padre amante!"

Cuando llega a su clímax el "Adagio molto e cantabile" de la misma obra, (el tercer movimiento), el propio compositor ha de detener su vuelo para no llevarnos a la postración más aniquiladora después del camino que nos ha hecho recorrer para llegar a esas alturas raramente alcanzadas.

En 1826, Beethoven fue operado para curarlo de hidropesía; no volvió a mejorarse. Cerca de las seis de la tarde del 26 de marzo de 1827, exhalaba su último aliento: en ese momento estallaba una violenta tempestad sobre la ciudad de Viena. Podría decirse, sin que queramos con esto recurrir a una metáfora vulgar, que el rayo que anunció su nacimiento, extendía, a su muerte, los truenos de su música inmortal.

Más de veinte mil personas se reunieron para acompañarlo a su última morada. Grillpazer, al terminar la oración fúnebre, dijo: "Éste por quien llevamos luto, se encuentra desde ahora en adelante, entre los grandes de todos los tiempos. Recordemos esta hora y pensemos: estábamos allí cuando le enterraron, y, cuando él nos dejó, lloramos".

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